¿Sabías que...?

Esta sección pretende ser un lugar inspirador donde conocer las historias de algunas escritoras del pasado, contando anécdotas relevantes y curiosas sobre ellas.

¿Me acompañas en este viaje en el tiempo?

ANAÏS NIN

Anaïs Nin y los diarios que cambiaron la literatura

En 1929, Anaïs Nin, todavía desconocida para el mundo literario, emprendió un viaje íntimo con la escritura de sus diarios personales. En aquellas páginas plasmó con absoluta franqueza sus emociones más profundas, su vida amorosa y sexual, y sus constantes preguntas sobre la identidad y el deseo. En una época marcada por el silencio femenino y la censura social, aquella sinceridad resultaba provocadora y escandalosa.

Durante años, estos textos permanecieron guardados, como si fueran un refugio secreto. No obstante, al publicarse décadas después, los diarios revelaron la fuerza de una mujer que se atrevió a narrarse tal cual era: apasionada, contradictoria, vulnerable y libre. Su estilo confesional y directo abrió una puerta inédita en la literatura del siglo XX, dando voz a experiencias que rara vez habían tenido lugar en la escritura femenina.

Gracias a ellos, Anaïs Nin se convirtió en un icono literario y feminista, símbolo de la valentía de decir lo que muchas otras habían callado. Hoy, sus diarios siguen siendo un recordatorio de que la escritura también puede ser un acto de rebeldía y autenticidad.

AGATHA CHRISTIE

El misterio sin resolver de Agatha Christie: los 11 días que desapareció.

En 1926, la reconocida escritora británica Agatha Christie, considerada la reina de la novela de misterio, vivió un episodio tan enigmático como las tramas de sus propios libros. Durante once días estuvo desaparecida, y su coche apareció abandonado cerca de un lago, lo que generó una intensa búsqueda policial y una gran expectación mediática.

Incluso personalidades de la época, como el escritor Arthur Conan Doyle, se implicaron en el caso: llegó a entregar uno de los guantes de Christie a un médium con la esperanza de obtener alguna pista. Finalmente, la autora fue localizada en un hotel, registrada bajo un nombre falso.

Lo más intrigante es que Agatha Christie jamás explicó lo sucedido durante ese tiempo, convirtiendo este episodio en uno de los mayores misterios de su vida, aún hoy sin resolver.

MARÍA DE ZAYAS

María de Zayas fue muy leída en su época, pero también muy criticada porque sus relatos cuestionaban el papel sumiso de la mujer. En sus Novelas amorosas y ejemplares (1637), incluyó personajes femeninos que hablaban con libertad, se defendían de engaños y denunciaban los abusos masculinos.

Lo curioso es que, para evitar censura y ataques directos, escondía sus críticas dentro de historias de amor y aventuras, casi como si fueran “entretenimiento ligero”. Sin embargo, las lectoras entendían perfectamente el mensaje. Por eso, algunos estudiosos la llaman hoy “precursora del feminismo”.

Una frase célebre suya fue: “¿Qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo?”. En pleno siglo XVII, decir algo así era casi un acto de rebeldía.

VIRGINIA WOOLF

La curiosa tinta de Virginia Woolf

Virginia Woolf no solo fue una de las escritoras más influyentes del siglo XX, sino también una mujer llena de pequeñas manías creativas. Una de las más llamativas era su elección de tinta morada para escribir muchos de sus manuscritos. Según contaba, ese color la inspiraba más que el negro convencional y le daba una especie de energía estética que necesitaba para enfrentarse a la página en blanco.

Pero la tinta era solo una parte de su ritual. Woolf cuidaba mucho su espacio y rutinas de escritura: prefería trabajar en silencio, en una habitación con luz natural, y solía escribir de pie durante largos ratos para no sentirse encorsetada. También llevaba un diario donde volcaba pensamientos, emociones y escenas cotidianas, que luego se transformaban en semillas para sus novelas y ensayos.

Estas pequeñas excentricidades muestran que su proceso creativo estaba profundamente ligado a los detalles, y que incluso algo tan simple como el color de la tinta podía convertirse en un motor de imaginación.

GEORGE SAND (SEUDÓNIMO DE AMANDINE AURORE LUCILE DUPIN)

George Sand (seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin, 1804–1876)

Escritora francesa muy conocida en su tiempo, Sand fue una de las primeras mujeres en París que adoptó la costumbre de vestir con ropa masculina en público. Esto no era una simple excentricidad: al hacerlo, podía moverse libremente por la ciudad sin atraer la misma atención que recibiría una dama vestida según la moda femenina de la época. Vestida con abrigo, pantalón y sombrero de hombre, podía entrar a lugares donde normalmente las mujeres no eran bienvenidas, como cafés, librerías y teatros baratos, donde observaba y tomaba notas para sus novelas.

El detalle curioso es que, cuando pidió permiso oficial para vestir así (pues estaba prohibido legalmente que una mujer llevara pantalones sin autorización médica o policial), le fue concedido… ¡pero con la condición de que renovara el permiso cada seis meses! Ella, sin embargo, a menudo ignoraba esa norma y seguía usándolos sin papeles en regla.

Además, esa libertad de movimiento la acercó a ambientes bohemios y artísticos donde conoció a escritores y músicos, entre ellos Chopin, con quien tendría una relación sentimental muy célebre.

COLETTE

Colette: de escribir en la sombra a conquistar París

La vida de Colette parece tan novelesca como sus libros. Al inicio de su carrera, su marido, el escritor Henry Gauthier-Villars (Willy), firmó las obras que ella escribía. Durante años, las célebres historias de Claudine llevaron únicamente su nombre, mientras Colette trabajaba sin reconocimiento.

Tras un tormentoso divorcio, Willy intentó retener los derechos del personaje e impedir que ella escribiera con su propio nombre. Pero Colette se negó a quedar en la sombra. Se reinventó como actriz, bailarina de cabaré y hasta esgrimista, desafiando las convenciones de la época y ganándose una reputación de mujer libre y escandalosa.

Con el tiempo, no solo recuperó su autoría, sino que se consolidó como una de las voces literarias más brillantes de Francia. Su estilo, sensual y provocador, marcó generaciones. Y cuando murió en 1954, recibió el mayor de los reconocimientos: fue la primera mujer en Francia en tener un funeral de Estado.

Colette había pasado de ser una escritora escondida detrás de un marido a convertirse en un símbolo cultural.

MARY SHELLEY

Mary Shelley y el nacimiento de Frankenstein

En 1816, Mary Shelley tenía apenas 18 años cuando viajó a Suiza con su futuro esposo, el poeta Percy Bysshe Shelley, y con Lord Byron. Ese verano fue conocido como “el año sin verano”, porque la erupción de un volcán en Indonesia había cubierto gran parte del cielo europeo con cenizas, causando un clima frío y tormentoso.

Encerrados durante días en la villa de Byron, los amigos se entretenían leyendo historias de fantasmas. Una noche, Byron propuso un reto: cada uno debía inventar un cuento de terror.

Mary pasó varios días sin inspiración, hasta que una conversación sobre galvanismo (la posibilidad de reanimar cuerpos con electricidad) la impresionó. Esa misma noche soñó con un “estudiante pálido de artes prohibidas” que daba vida a un ser monstruoso.

De esa pesadilla nació la semilla de Frankenstein o el moderno Prometeo, publicado en 1818, cuando Mary tenía solo 20 años. Una de las obras fundacionales de la ciencia ficción surgió, en realidad, de un juego literario entre amigos en un verano extraño y tormentoso.

EMILY BRONTË

Emily Brontë y su silencio en la vida pública

Emily Brontë, autora de Cumbres borrascosas, fue tan reservada que incluso en su propio entorno apenas hablaba en público. Se cuenta que cuando en 1848 su hermana Charlotte la llevó a un viaje a Londres para conocer a su editor, Emily se mostró tan incómoda en sociedad que apenas pronunció palabra.

Lo curioso es que, a pesar de ese carácter retraído, su única novela —intensa, violenta y apasionada— sorprendió a críticos y lectores por lo opuesto a su personalidad aparentemente callada. Su silencio cotidiano contrastaba con la voz poderosa que dejó en la literatura.

JANE AUSTEN

Jane Austen y su identidad secreta.

Cuando Jane Austen publicó sus primeras novelas (Sentido y sensibilidad en 1811, por ejemplo), lo hizo de forma anónima. En la portada no aparecía su nombre, solo la frase: “By a Lady” (“Por una dama”).

Durante años, los lectores no sabían quién estaba detrás de esas historias que causaban sensación. Incluso sus vecinos ignoraban que la tímida Jane, que vivía una vida tranquila en Hampshire, era la autora de obras que estaban revolucionando la novela inglesa.

No fue hasta después de su muerte que su hermano Henry reveló públicamente su nombre, y entonces Jane Austen se convirtió en la autora célebre que hoy conocemos.

ISABEL ALLENDE

¿Sabías que… Isabel Allende escribió su primera novela como una carta?

En 1981, mientras vivía exiliada en Venezuela, Isabel Allende recibió la noticia de que su abuelo, en Chile, estaba gravemente enfermo y a punto de morir. Incapaz de viajar para despedirse de él, decidió escribirle una larga carta. En ella comenzó a contarle recuerdos familiares, escenas del pasado y anécdotas que quería que quedaran grabadas en la memoria.

Esa carta, que al principio fue un gesto íntimo de amor y de despedida, fue creciendo página a página hasta transformarse en una novela completa: La casa de los espíritus. Publicada en 1982, se convirtió en un éxito inmediato y lanzó la carrera literaria de Allende, que hoy es una de las autoras más leídas y traducidas en lengua española.

Lo que nació como un intento de aferrarse a la memoria de su abuelo terminó siendo un homenaje a toda una saga familiar y, al mismo tiempo, el inicio de una trayectoria literaria que no ha dejado de emocionar a lectores de todo el mundo.

LOUISA MAY ALCOTT

La doble vida de Louisa May Alcott

Antes de hacerse famosa con Mujercitas, Louisa May Alcott vivía prácticamente en la pobreza. Trabajó como institutriz, costurera, enfermera durante la Guerra de Secesión y… escritora secreta de historias góticas y sensuales.

Bajo el seudónimo masculino A. M. Barnard, publicó en revistas relatos llenos de pasión, venganza, travestismo, crimen y deseo, muy distintos del tono moral y familiar de sus obras más conocidas.
Durante décadas, nadie supo que aquellas historias —con títulos como Pauline’s Passion and Punishment o Behind a Mask— eran suyas.

Cuando los críticos descubrieron la verdad, se sorprendieron: la misma mujer que había creado a la dulce Jo March había sido también una pionera del sensualismo oscuro femenino en la literatura estadounidense.

Ella misma escribió en su diario una frase reveladora:

“Hay una parte de mí que nunca podrá vivir dentro del deber. Por eso escribo en la oscuridad.”